“De la Libertad diría entonces que, en toda la plenitud de su extensión, es la acción sin obstáculos de acuerdo a nuestra voluntad. Pero la justa Libertad es la acción sin obstáculos según nuestra voluntad, mas dentro de los límites dibujados a nuestro alrededor por la igualdad de los derechos de los demás. No añado “dentro de los límites de la ley”, porque la ley es a menudo la voluntad del tirano, y así lo será siempre mientras viole el derecho de un individuo”.
Thomas Jefferson, padre de la Democracia norteamericana y artífice y redactor en su mayor parte de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, escribió las palabras que acabamos de leer en una famosa carta dirigida a Isaac H. Tiffany el 4 de abril de 1819. Entre sus citas más célebres también se encuentra, en sintonía con la anterior, esta otra: “He jurado ante el altar de Dios hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre”.
Mucho antes, en la ilustre ciudad universitaria de Salamanca, surgió a comienzos del siglo XVI la corriente humanista conocida como la Escuela de Salamanca – de la cual esta Asociación se siente honrosa seguidora – que teorizó por primera vez en la historia sobre el Derecho Natural y los Derechos Humanos inalienables. No vamos a hacer aquí una exposición académica de sus presupuestos, pero sí nos gustaría traer a colación otras citas, que entroncan con las anteriores del estadista norteamericano, de uno de los mayores exponentes del Derecho Natural, Fernando Vázquez de Menchaca, de quien extraemos los siguientes párrafos de sus Controversias fundamentales:
“Consta pues en primer lugar que existe un derecho de gentes primario, que tuvo su origen con el mismo humano linaje, y otro secundario que empezó más tarde; consta en segundo lugar que el derecho de gentes primario, por lo que respecta a los hombres, no es otra cosa que la misma naturaleza humana o un cierto instinto innato, y la razón natural que inclina a lo honesto y aparta de lo contrario”.
“Así como las guerras y las diversas especies de esclavitud tuvieron su origen en el derecho de gentes secundario, así también de la misma fuente proceden los reinos y los restantes principados y jurisdicciones, que no son menos opuestos y contrarios al derecho natural y de gentes primitivo que las misma guerras y esclavitudes”.
“Tampoco el príncipe, a quien el pueblo se confío y que de ninguna otra fuente ha recibido la menor potestad o jurisdicción, puede castigar o imponer penas más allá de los límites y medida del poder de jurisdicción que el pueblo le ha confiado”.
“Si el príncipe de la república a que pertenezco se lanza a matarme o herirme siendo yo inocente, por el mismo hecho y por el propio derecho deja de ser príncipe. Por tanto, si para mi propia defensa le hubiera dado muerte, no tanto parecerá que he matado al príncipe cuanto a un hombre ya particular”.
La Democracia se asienta sobre la base del respeto a los Derechos Humanos, que, como acabamos de ver, nos pertenecen a todos y cada uno de los seres humanos. Si se violan los derechos de un individuo – máxime si se violan los de un colectivo – se está violando la esencia misma de la Democracia. Es decir, los Derechos Humanos no son una construcción abstracta escrita en las Constituciones, sino que todos los individuos somos titulares de los mismos y es la suma de los derechos de todos y cada uno de los seres humanos la que los conforman. Parece mentira que tengamos que aclarar estas nociones tan elementales.
En el Índice de Democracia (Democracy Index) establecido por la Unidad de Inteligencia del semanal The Economist y que mide el rango de democracia de casi la totalidad de los países del mundo, entre sus diez primeros puestos se encuentran anualmente los países del Norte de Europa (Noruega, en primera posición; Islandia, en segunda; Suecia, en tercera; Finlandia, en sexta; y Dinamarca, en séptima). Todos ellos, como bien sabemos, son países en los que la cultura democrática está firmemente consolidada, así como el respeto por los derechos individuales y las libertades públicas de sus ciudadanos. No es algo que pueda ocultarse. Pues bien, recientemente, en declaraciones al programa televisivo “Todo es mentira”, el Presidente del Comité de Sociología de las Emociones de la Federación Española de Sociología, Juan Antonio Roche (a partir del minuto 21:15), no tuvo reparo alguno en manifestar que lo que está ocurriendo en la Europa del Norte sobre la menor tasa de inoculación masiva de la terapia génica Covid se debe a que sus ciudadanos son unos egoístas porque tienen una tradición mayor, como países protestantes, sobre los derechos individuales que los países del Sur de Europa, en donde, por su herencia católica, existe una mayor preocupación por los aspectos comunitarios y sociales. No merecería comentario alguno esta enorme falacia argumentativa si no fuera porque como consecuencia de esta suposición, se han erigido las mayores dictaduras que puedan recordarse en suelo europeo y fuera de él.
El Fascismo nació en Italia y abogaba por la movilización de las masas frente a las minorías para la instauración de una especie de Novo Imperio Romano ultraconservador. El Bolchevismo hacia lo propio en Rusia solo que con la excusa de la dictadura del proletariado. El Nazismo recurrió igualmente a la masa enfervorecida del pueblo alemán en loor de una supuesta primacía del pueblo ario frente al resto de etnias y pueblos europeos. El Imperialismo o Fascismo japonés acudió a idénticas motivaciones que los anteriores solo que dirigiendo sus odios a sus convecinos asiáticos.
Tengamos mucho cuidado en hacer caso a estas imprecaciones de tantos odiadores que pululan por los medios de comunicación o entre las autoridades políticas y sanitarias en favor de un supuesto “bien común” por encima de los derechos y libertades individuales y de las minorías, pues las experiencias del pasado son preclaras sobre las desgraciadas consecuencias que tales discursos de odio han ocasionado en la historia de la humanidad.
Con fecha de 22 de noviembre de 2021, LIBERUM Asociación por los Derechos Humanos presentó denuncia por delito de odio contra José Antonio Antequera por su infame, infundado e injustificado artículo del pasado 18 de noviembre en Diario 16 titulado “Ha llegado la hora de actuar contra los antivacunas que van por ahí matando gente”, confiando en la admisión a trámite de la misma y la resolución favorable para nuestra parte por el bien de la Democracia y de los Derechos Humanos en nuestro país.